LA INFODEMIA Y EL PELIGRO DE LA DESINFORMACIÓN DURANTE LA PANDEMIA
TENDENCIA
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva tiempo usando la palabra «infodemia» para referirse a la sobreabundancia informativa falsa y a su rápida propagación entre las personas y medios.
En paralelo al avance del coronavirus, hay un nuevo concepto que también deja su impacto por estos días: la «infodemia», una práctica que consiste en difundir noticias falsas o maliciosas sobre la pandemia y que aumenta el pánico o la angustia en las sociedades.
Frente a este fenómeno, algunos analistas sostienen que «cuando hay una emergencia sanitaria, las operaciones de desinformación pueden poner en riesgo la salud de millones de personas» y establecen recomendaciones para el tratamiento correcto del tema.
La » infodemia » –tal es su nombre oficial, del inglés «infodemic»– es una práctica que genera pánico o promueve conductas incorrectas. El término fue utilizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) e introducido en la agenda argentina por la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti.
Investigadores del rol de la comunicación en las sociedades contemporáneas dialogaron con Télam sobre las formas de construcción de sentido en un escenario de proliferación informativa que va desde prejuicios en la terminología a los riesgos de viralización de contenidos falsos para llenar vacíos, a la vez que analizaron la responsabilidad de los medios, las plataformas digitales y el Estado.
Mario Riorda, académico, docente, politólogo e investigador, define «infodemia» como «un serio problema de desinformación que aumenta la propagación producto de la desinformación a escala masiva. Técnicamente, es una epidemia de mala información, o bien mala información que posibilita una epidemia vía datos falsos, errados o maliciosos que se propagan por redes sociales».
El analista y consultor comunicacional explica que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que el nivel de estigma asociado con Covid-19 se basa en tres factores principales: es una enfermedad nueva para la cual todavía hay muchas incógnitas; a menudo tenemos miedo de lo desconocido y es fácil asociar ese miedo con «otros». Por eso, Riorda indica: «Las palabras utilizadas para nombrar cosas o situaciones son importantes y condicionan las acciones» y ejemplifica: «Caso sospechoso» está contraindicado porque perpetúa estereotipos.
«Tampoco se deben adjuntar ubicaciones o etnias a la enfermedad: no es ‘Virus chino’ o ‘Virus asiático'», alerta, y destaca: «Usar terminología criminalizante o deshumanizante crea la impresión de que las personas enfermas de alguna manera han hecho algo mal o son menos humanos que el resto».
De esta manera, plantea que se recomienda hablar sobre «personas que tienen Covid-19», «que están siendo tratadas por…», «personas que se recuperan de…», «personas que murieron después de contraer…», «con la enfermedad de…», «víctimas de…», «personas que pueden tener…» o «que son presuntas de…».
Investigadora, periodista y estudiosa de la relación entre agenda pública, mediática y política, Natalia Aruguete analiza cómo en ese proceso se conforman percepciones y miradas. Actualmente, junto a Ernesto Calvo, está haciendo testeos provisorios de la conversación en Twitter sobre el Covid-19 en distintos países y lo que observan es una mayor la propagación de false news que de fake news.
Ellos distinguen entre «fake news» y noticias falsas («false news») con la hipótesis de que «detrás de las ´fake news´ hay una finalidad política, una intención de provocar un daño mediante una operación política. Las noticias falsas, en cambio, pueden surgir de la necesidad de llenar vacíos de información incompleta mediante prejuicios que son coherentes con las creencias y la idiosincrasia que dominan una comunidad».
¿Por qué se viralizan las noticias falsas?
Para Aruguete, que junto a Calvo tienen prevista para abril la publicación del libro Fake news, trolls y otros encantos, un motivo es que «esos mensajes virtuales incluyen certezas que los científicos no pueden dar por lo dinámica que es esta epidemia». «En el caso del Covid-19, los vacíos en el conocimiento científico y las ciencias médicas, por caso, se completan con prejuicios: se emiten fechas, números y propuestas de tratamiento que generan un ‘confort cognitivo’. Las certezas siempre dan mayor tranquilidad que las vacilaciones. En este sentido, las noticias falsas se propagan, además, en la medida en que esa información es congruente con el contenido circulado en una determinada comunidad virtual».
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