OPINIÓN & CULTURA/ ¿QUÉ ES LA CLASE MEDIA EN COLOMBIA?

Según el DANE, una persona de clase media gana entre 450.000 y 2.250.00 pesos al mes. ¿Cuáles son las implicaciones políticas de esa definición y qué es lo que verdaderamente les importa a los colombianos?
Vivas Pacheco*
Recientemente, el director del DANE afirmó que cualquier colombiano con ingresos mensuales entre 450.000 y 2.250.000 pesos era considerado de clase media. La declaración produjo controversia e indignó a muchas personas que ganan menos de un salario mínimo o un poco más, pero aun así viven con dificultades.
El modo de definir la “clase media” tiene implicaciones para el cálculo de la inflación (que se basa en una cierta canasta de consumo), para establecer las tasas de los impuestos y para encauzar los subsidios del Estado. Pero también puede servirle al gobierno para magnificar el efecto de sus políticas sociales, o para dar la impresión de que la economía ha mejorado y que el bienestar ha aumentado. De esta manera las decisiones estadísticas tienen muy claras repercusiones políticas.
En América Latina es usual que los gobiernos disfracen las definiciones de la clase media bajo un velo técnico, y esto impide que muchos ciudadanos comprendan los intereses políticos detrás de esas definiciones, que frecuentemente favorecen los intereses de agremiaciones y grupos de poder.
- Hay mediciones en números absolutos, como las del Banco Mundial y el BID. Aquí son parte de la clase media quienes perciban ingresos diarios entre los 10 y los 50 dólares; los “vulnerables” están entre 4 y 10 dólares diarios y, los “pobres” por debajo de esos 4 dólares. Estos son los rangos que utiliza la nueva metodología del DANE.
- También hay mediciones relativas, o que definen “clase media” como el conjunto de personas o familias que ocupan cierta posición intermedia en la distribución del ingreso (por ejemplo, entre los deciles 4 y 6). Estas medidas tienen ciertas ventajas, pero tienen también sus limitaciones.
- Existen además enfoques sociológicos en los que se incluyen criterios distintos o adicionales al nivel de ingresos, como decir la educación, la ocupación, los patrones de consumo, la estructura familiar, la movilidad intergeneracional, la estabilidad o formalización del empleo y a veces inclusive las aspiraciones de los individuos.
Crece la clase media en el mundo
En gran parte de los países de América Latina y del Caribe (LAC) la mayoría de la población tiene ingresos entre los 4 y los 40 mil dólares al año por persona. Por eso, si nos atenemos a los criterios absolutos, la mayoría de los latinoamericanos pertenecemos a la clase media mundial que, de acuerdo con diversos estudios, ha aumentado notoriamente en los últimos años, aunque cabe señalar que también lo hizo la población vulnerable.
Según los datos del BID, durante varios años la expansión de la clase media se sostuvo y marcó un hito. Países como Chile, Brasil, Panamá e incluso Colombia aumentaron su ingreso per cápita y redujeron el número de pobres, lo cual se tradujo en el aumento de la clase media. En 2016 ya alcanzaba el 37% de la población total de ALC y los vulnerables el 35%.
Esa tendencia obedece a cambios socio-demográficos, a la disminución de la fecundidad y del tamaño promedio de los hogares, al ingreso masivo de las mujeres a los mercados de trabajo, al crecimiento económico jalonado por el sector minero-energético y a la reducción “estadística” (o gracias al cambio en la medición) de la población pobre.
Sin embargo, según cifras de las mismas fuentes, las brechas entre ricos y pobres aumentaron, y la concentración de la riqueza se ha intensificado. Es probable que los cambios sociopolíticos recientes en América Latina y el Caribe hayan afectado especialmente a la clase media mediante impuestos directos o indirectos que recortan su poder adquisitivo y hasta podrían volver a reducir el tamaño de esta clase social.
Lo que realmente importa
Más allá de las controversias sobre el umbral de ingresos, habría que preguntarse cuál es el cambio significativo en la vida de un colombiano que entra a formar parte de la clase media.
Según los rangos de ingresos y los criterios normativos del Banco Mundial, así como los nuevos métodos del BID que definen a la clase media entre los $US12.4 y US$62 por día, nos lleva a pensar que el perfil económico y social de una persona de clase media se caracteriza porque:
- Vive en zonas urbanas;
- Viaja en avión con frecuencia;
- Tiene como planear sus vacaciones;
- Es empleado formal;
- Sus hijos van a escuelas y colegios privados costosos;
- Tiene tarjeta de crédito; o
- Puede acceder al mercado financiero formal.
Si, por el contrario, es presa fácil del mercado a cuenta gotas y no cumple la mayoría de esos criterios, se considera “pobre” o “vulnerable”.
Pero eso no es lo más importante para la mayoría de los colombianos, que sobre todo desean empleo estable, inclusión social y condiciones adecuadas para su bienestar y el buen futuro de sus hijos.
Al colombiano del común le da lo mismo decir que “ya somos un país de clase media” y que más de la mitad pertenecemos a ella. Inscribirlo estadísticamente en la clase media no lo exonera de la fragilidad económica que enfrenta día a día, no le otorga oportunidades de inserción a los mercados de trabajo formal y mucho menos le dará buenas noticias sobre su seguridad pensional.
A este mismo ciudadano quizá no le interese saber que el DANE modernizó la canasta familiar de 2019 con 443 artículos, y que la nueva forma de medir la inflación incluirá a los pobres, a los vulnerables, a la clase media y alta, con todo lo cual “va a ser una foto menos borrosa de la realidad socioeconómica”, según el director de esa entidad.
A este ciudadano probablemente le interese oír aquello que no le informan el DANE ni los grandes medios de comunicación. Por ejemplo, que
- Según Oxfam International, el 10 por ciento de la población más rica de LAC tiene en su poder el 71 por ciento de la riqueza.
- Los más ricos de Colombia tienen fortunas que representan 4,6 veces la inversión anual del Estado en educación y que equivalen al 22 por ciento del PIB según los cálculos de Oxfam.
A lo mejor se impresione al saber que su hogar compuesto por tres personas y un ingreso mensual de 450.000 pesos implica tener que trabajar más de 200 años para obtener los ingresos mensuales de un millonario colombiano. Ahora, si los ingresos mensuales del mismo hogar fueran 2.250.000 pesos, tendría que trabajar tieso y parejo más de 40 años para obtener los ingresos mensuales de ese millonario.
Tal vez este colombiano prefiere enfrentar menos obstáculos para la movilidad social, disfrutar de bienes públicos de calidad como la salud y la educación, obtener un empleo formal y estable, gozar de garantías para una vejez digna y poder disfrutar de una vida plena. Prefiere esto a ser registrado en la clase media.
Cambios en los patrones de consumo
También importa señalar que los cambios en los patrones de consumo nos acercan cada vez más a los del mundo desarrollado —lo cual nos permite mantenernos a la penúltima moda—. Estos cambios a menudo se confunden con la pertenencia de individuos o familias a la clase media, cuando en realidad se trata de un efecto de la economía global.
La lógica de esa economía implica la renovación permanente, la abundancia de variedades, la obsolescencia programada y los servicios nuevos día a día. Esos bienes logran extenderse a diferentes capas sociales por su amplia escala de precios, que a su vez resultan de la competencia voraz entre las marcas, la desregulación y la creciente liberalización de los mercados. Por todo eso abundan los productos baratos provenientes de China, India y muchos más lugares.
Los smartphones, por ejemplo, ya no son solo privilegio de las clases media y alta, sino de segmentos de estratos bajos que disfrutan los servicios de streaming como Netflix y Spotify, demandan computadores personales y electrodomésticos a su alcance, navegan en la nube y realizan viajes hipotéticos por Google Earth.
Como es difícil resistirse a las nuevas tecnologías y a estos nuevos patrones de consumo, puede parecer que los colombianos en realidad somos de “clase media”, tal y como se podría deducir de una lectura apresurada de los criterios técnicos utilizados por el Banco Mundial, el DANE y el Departamento Nacional de Planeación.
*Profesor titular del Departamento de Economía de la Universidad del Valle, Cali, investigador del Centro de Investigaciones Socioeconómicas (CIDSE) y del Laboratorio Urbano Regional
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